Para estudiar con detalle La Malasangre, es necesario incluirla primero dentro de la obra de Gambaro; luego, revisar un poco el teatro de Buenos Aires en los años ochenta del siglo XX. El texto se estrenó en el año 1982 y su escritura se llevó a cabo un año antes.
Hay un primer núcleo de textos que se incluyen dentro de lo que podríamos denominar “apropiación latinoamericana de la neovanguardia europea”. Esta apropiación consistió en tomar su principio constructivo y una serie de procedimientos menores y otorgarles un nuevo sentido. Entre estos textos encontramos:
Las paredes (1963), El desatino (1965), Los siameses (1965) y El campo (1967). En estos textos, Gambaro mezcla artificios teatralistas que le vienen de Arlt con parte del teatro de Harold Pinter. Aquí se propone un horror cotidiano en la vida de todos los días de la clase media y se potencia los innumerables mitos de la clase media y hace todavía más desapacible su mundo a partir del terror al mundo exterior concreto, trivial, pero monstruoso.
En esta fase de su teatro, Gambaro es una humorista que goza, parodiando con humor "ingenuo" la verdad más preciada de las relaciones sociales y el imaginario literario argentino, la amistad, la madre.
Una segunda etapa está relacionada con su transición hacia el realismo. Esto se advierte en piezas como Cuatro ejercicios para actrices (1970); Solo un aspecto, La gracia (1971); El miedo, Nada que ver (1972); Puesta en claro, Decir sí, Acuerdo para cambiar de casa. El viaje a Bahía Blanca, El nombre (1974); Sucede lo que pasa (1975), en¬tre otras. En esta fase, el protagonista se encuentra solo, en el centro del sistema de personajes; sigue siendo un teatro de situaciones; el humor es ma¬cabro y negro. El sujeto se ha vuelto muy activo y lucha por alcanzar su identidad y su libertad. El sujeto de la acción es casi siempre un personaje femenino, quien ya es capaz de intentar cambiar la realidad. La protagonista se resiste al accionar absurdo del antagonista. Los roles sociales y la referencialidad aparecen de manera más nítida. Hace intuir la tercera fase o versión, el "drama femenino" de Griselda Gambaro. Se transgrede también el discurso de los géneros tradicionales, el vodevil, la comedia sentimental, el costumbrismo.
En Información para extranjeros, hay una fuerte contextualización con relación a la Argentina violenta anterior al período 1976-1983. Configura un "drama de denuncia social", esta tendencia, intensificada, es la que primará en el realismo crítico de la autora en los años siguientes.
Estos cambios, esta transición hacia el realismo, se explican también por las variantes que se producían en nuestra sociedad en los años setenta, y que anticipaban la llegada del horror entre nosotros. Gambaro comprende, seguramente, que era necesaria la claridad para tratar de trascenderlo.
La tercera fase es la realista crítica. Se caracteriza por una transparencia absoluta, a partir de una clara tesis realista que se verifica en el desarrollo dramático de los textos. Estos son Real envido (1980), La malasangre (1981), Del sol naciente (1983), Antígona furiosa (1984), Morgan (1989) y Penas sin Importancia (1990).
Los textos de esta versión del teatro de Gambaro delatan su necesidad de aproximarse a sus personajes femeni¬nos e identificarse con ellos. Esto ocurre con Dolores en La malasangre. La protagonista libra una batalla por su dignidad y por la de los demás. No hay que esforzarse mucho para advertir que son voces cercanas a la autora en contra de la irracionalidad del poder ejercido sin límites. Dolores practica lo que se ha llamado “la actitud de desenmascaramiento”. Como se puede apreciar, la metáfora, la alusión a la realidad, es clara, e inevitable la lectura en ella de los hechos político-sociales ocurridos entre 1976 y 1983.
La malasangre se estrena en plena década de los ochen¬ta, más exactamente, en 1982.
Si bien el contexto sociopolítico pasó en el período por varios momentos: el gobierno del denominado Proceso de Reorganización Nacional (1980-1983); la ansiada recuperación de la democracia (1983); el gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989); el gobierno de Carlos M... (1989-1993); la etapa mantuvo una serie de constantes en cuanto formaciones e instituciones legitimantes —revistas, premios, crítica universitaria y periodística— y lugares de producción, circulación y recepción de textos. Pero lo más importante es que se percibió el apogeo y el desgaste de una manera de hacer teatro, y el advenimiento de otra nueva.
Ya hemos situado a La malasangre, dentro de la obra de Griselda Gambaro, incluyéndola en la tercera fase o versión de su teatro, que denominamos realismo crítico. Ahora, analizaremos La malasangre, a partir de su estructura profunda —acción— y de su estructura superfi¬cial —la intriga—.
La acción comienza "in media res". Cuando Benigno selecciona al preceptor de Dolores, ya el drama está en marcha. Hay una tensión casi insostenible entre el sujeto — Dolores— y su oponente —Benigno.
El sujeto (Dolores) es muy activo, lo mismo que el opo¬nente. Sus funciones son oponerse a Benigno, despreciar a Rafael, defenderlo, amarlo, oponerse a la Madre y a Juan Pablo, enfrentarse de manera definitiva con Benig¬no. Mientras que las funciones del Padre son: burlarse, castigar, amenazar, reprimir, sentir el peso del silencio. Dolores lucha por alcanzar su identidad y su libertad, destinada por su visión del mundo, su único ayudante es Rafael. Su accionar durante el comienzo es oblicuo, juega con medias palabras, con lo no dicho o con lo dicho a medias, mediatizado por su mirada. Su oponente ha establecido una barrera entre "lo permitido y lo no permitido". Pero ya en el desarrollo su accionar se aclara y en el desenlace se convierte en denuncia. Hasta el silencio reprimido se vuelve pura significación cuando exclama: "jYo me callo pero el silencio grita!".
Su ayudante, Rafael, tiene un accionar limitado por el oponente, y los ayudantes del oponente —la Madre, Juan Pedro, Fermín—, en cambio, intensifican su accionar du¬rante el desarrollo.
La autora utiliza varios de los procedimientos fundamentales del melodrama: hay una poética del exceso. Una redundancia en el sufrimiento de la "pareja imposible" (Dolores-Rafael). La "pareja impo¬sible" pasa del odio al amor a partir de una atmósfera claustrofóbica, propia del genero sentimental. Sin embargo, el infortunio de la pareja protagonista lejos de ser meramente "privado", se convierte en público. Se compromete con lo social a través de una "coherente""mostración de los roles sociales del victimario y la víctima.
Se pone en juego el cuestionamiento del paternalismo. Dolores, aun después de la muerte de su proyecto de evasión hacia la libertad, sigue con su reclamo. Ya no le teme a su padre. El dolor por la muerte de Rafael la ha liberado. No aceptará nuevas mentiras. Ha crecido. Dolores es muy consciente de su situación, está lejos de estar confusa. Dolores se encuentra en el centro del sistema de per¬sonajes de la pieza, acompañada por Rafael —"el per¬sonaje humillado"—.
El 17 de agosto de 1982, subía a escena en la sala del Teatro Olimpia La malasangre, de Griselda Gamba¬ro. De la puesta, ha quedado como un documento funda¬mental un artículo periodístico, en el cual, la directora, los actores y la escenógrafa han dejado sus testimonies sobre su creación. Dice la directora:
“(...) hicimos historias anteriores, construcción de la historia, construcción de los vínculos y construcción de la rutina de la cosa, es decir qué hace la gente cuando pasa por los conflictos explicitados en la obra: hicimos comidas, fiestas, visitas nocturnas ¿Qué piensan los actores y qué piensan los personajes cuando están solos.”
La puesta en escena tuvo un éxito desusado, comparándola con otras obras de la autora. Del Olimpia pasó al Teatro Lorange, una sala comercial de mayor categoría. Esto se explica por las relaciones del texto con la serie social, por el peculiar momento que vivía la sociedad argentina. La misma directora lo explica:
Todas las obras en la Argentina se empiezan a ensayar en momentos difíciles, pero La malasan¬gre comenzó en un momento particularmente arduo: la guerra de Las Malvinas. El hacerla o no fue una discusión de casi tres meses entre la pro¬ducción, Soledad Silveyra que fue la creadora de este proyecto y yo. La producción opinaba que no había que hacerla, por un problema económico, por un problema de inestabilidad absoluta y nosotras dos, aun sin tener la certeza de estar diciendo algo verdadero, opinábamos que sí. Era nuestra manera de decir algo. Y sigue siéndolo. La malasangre trata, entre otros, el tema de la represión encarnada en un personaje ubicado en la época de Rosas, fácilmente identificable con un terrateniente poderoso. Esta característica de la ubicación histórica de la obra le da una posición dentro de la polémica rosismo-antirrosismo, que nos tuvo profundamente preocupados.
La puesta en escena intensifica esta correspondencia: don Benigno se convertía en una metáfora de Juan Ma¬nuel de Rosas, gobernador de la provincia de Buenos Aires y representante de los gobiernos provinciales para las re¬laciones exteriores de la Confederación entre 1829-1832 y 1835-1852, venerado por los nacionalistas. Este hecho y la simbolización en el texto espectacular de las dictadu¬ras pasadas y la contemporánea, produjo la reacción de algunos de los sectores mencionados. Se reclamó al Intendente de la ciudad la prohibición de la obra por "injuriar y calumniar la figura de Brigadier General Juan Manuel de Rosas"28. Al día siguiente, un grupo de partidarios de una organización política nacionalista produjo desórdenes durante una de las funciones del espectáculo, obligando a su interrupción. Estos desórdenes fueron recogidos por todos los diarios, que no emitieron opinión.
La lectura de la comunidad de receptores y el consiguiente éxito de la puesta, se debieron más que a la propuesta de Gambaro, Yusem y Silveyra, a la situación política del país y a la movilización de ciertos sectores que alentaron, sin quererlo, una recepción política de la pieza.
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