viernes, 11 de marzo de 2011

Lecturas/2 Los orígenes de las ideas racistas (Mijail Kriukov)

LOS ORÍGENES DE LAS IDEAS RACISTAS
Por Mijail V. Kriukov

Durante el largo período de su historia que precedió a la división de la sociedad en clases, la humanidad desconocía completamente lo que podían ser las diferencias innatas, congénitas, entre los individuos o los grupos étnicos, noción que es la esencia misma de los prejuicios racistas contemporáneos.
En una sociedad que ignoraba aun la desigualdad social y la opresión, el terreno no era favorable para la eclosión de la idea de desigualdad étnica. Por otro lado, el hombre primitivo no podía tener clara conciencia de las diferencias culturales y raciales en el seno de la humanidad. Su “horizonte étnico” era demasiado estrecho, limitándose al marco de unos cuantos grupos vecinos que en general pertenecían al mismo tipo de organización económica y cultural y no presentaban diferencias antropológicas importantes.
En la última etapa de la evolución de la sociedad prehistórica aparecen los grandes grupos étnicos nacidos de la unión de tribus; los hombres superan por primera vez los límites de su antiguo universo. La conciencia que tienen de sí mismos se halla influida por el hecho de que, al margen de “su” grupo, existan otros muchos que les son “extraños” y que suelen diferir por la lengua y por ciertas particularidades culturales y de otro tipo. De todos modos, en esta fase de la historia de la humanidad lo que domina en esta oposición entre el “nosotros” y el “ellos” es el criterio tribal y no el cultural. Así, con tal de que reconozcan la unidad suprema de nuestro” grupo, cualquier tribu se convierte en parte integrante de éste, y recíprocamente. Por otra parte, a los grupos “extranjeros” en su conjunto no se los concibe por entonces como una entidad coherente y fundamentalmente opuesta al “nosotros”.
La aparición de las primeras sociedades clasistas fundadas en la esclavitud y en la explotación del trabajo servil trae consigo una modificación sensible de la conciencia étnica de los pueblos y de su visión del mundo. Por primera vez en la historia de la humanidad, la sociedad aparece dividida en grupos antagonistas mientras la índole misma de la esclavitud lleva a trasponer la idea de desigualdad social al plano de las diferencias entre etnias. Aquellas gentes de aspecto físico
insólito y de cultura desconocida que el hombre de la época encontraba constantemente frente a sí en sus expediciones de conquista eran consideradas como esclavos de hecho o en potencia, como seres inferiores.
En los frescos y relieves del antiguo Egipto pueden verse a menudo extranjeros que se diferencian netamente por su aspecto exterior de los demás habitantes del valle del Nilo y que además presentan actitudes o aparecen en situaciones que indican su categoría de seres sometidos, limitados en sus derechos. Esta oposición que para los antiguos egipcios existía entre ellos, los elegidos de los dioses, y todos los demás pueblos se refleja directamente en su manera de llamar “bárbaros” a sus vecinos.
Herodoto afirma que “los egipcios llaman bárbaros a todos los que no hablan la misma lengua que
ellos”. Quizá era realmente así, pero también cabe pensar que el padre de la historia prestaba a los egipcios lo que en realidad era algo propio de los griegos. En efecto, la palabra griega “bárbaro” designaba en un principio “el que habla una lengua incomprensible”. La aparición de las nuevas acepciones del término (“bárbaro” en el sentido de inculto, bestial, grosero) va ligada a la idea naciente de que existen diferencias fundamentales entre los griegos y todos los demás pueblos.

Ya en el siglo V después de Cristo era muy corriente en Grecia considerar a los “bárbaros” como seres inferiores; por ejemplo, Eurípides afirmaba que los bárbaros no pueden comprender qué es la justicia pues “su espíritu es más débil que el de los griegos”; concepción que alcanza su forma más rotunda en el sistema filosófico de Aristóteles.
En efecto, como ideólogo de un Estado esclavista, el filósofo de Estagira consideraba la desigualdad de los derechos sociales como una ley constitutiva del ser.
Suponía que hay en el hombre dos partes: la divina y la animal. Según que en él domine una u otra, el hombre se halla destinado por naturaleza a mandar o a obedecer.
Al establecer una oposición radical entre quienes tienen vocación de gobernar y de pensar y los esclavos, cuya misión es ejecutar las órdenes y obedecer, Aristóteles confunde los conceptos de “esclavo” y de “bárbaro”. Afirma que “los bárbaros están acostumbrados a pensar lo menos posible porque están en un estado permanente de esclavitud”. La oposición entre bárbaros y griegos radicaba para el filósofo griego en que “la índole de los bárbaros es por nacimiento más servil que la de los griegos”.
De acuerdo con sus concepciones, Aristóteles recomendaba a su alumno Alejandro de Macedonia que cuidara a los griegos como a parientes próximos y tratara a los bárbaros como animales o plantas.
Tal manera de enfocar el problema de los “bárbaros” tiene su equivalente en las ideas de la China antigua. El historiador del siglo I de nuestra era Ban Gu escribía: “Los bárbaros andan con los cabellos al viento y cruzan su vestido hacia el lago izquierdo. Tienen rostro de seres humanos y corazón de animales salvajes. Llevan puesto un vestido que difiere del corriente en el Imperio del Medio, tienen otros usos y costumbres, otra alimentación y otras bebidas, hablan una lengua
incomprensible... Esa es la razón de que un gobernante prudente trate a los bárbaros como animales salvajes”.
Los confucionistas consideraban que el territorio donde vivían los chinos se situaba en el centro del Imperio Celeste, lo que corresponde a una disposición muy concreta de los astros. Estos determinan el equilibrio específico de las fuerzas cósmicas del “yin” y del “yang”, que a su vez es el origen de las cualidades y de las propiedades de la naturaleza humana. “En las provincias de los confines los hombres viven en las montañas y en los desfiladeros; en esos lugares las fuerzas cósmicas se hallan en un estado de inarmonía. Allí la tierra se agrieta por el frío mientras un viento terrible barre desiertos salados; allí alternan la arena y la piedra. La tierra no se utiliza”, se lee en el tratado “Discusión sobre la sal y el hierro”, del siglo I antes de Cristo. “El Imperio del Medio se encuentra en el centro del Cielo y de la Tierra, allí donde las fuerzas cósmicas gozan de plena armonía. El sol y la luna pasan al sur y la estrella polar aparece al norte. Gracias a la respiración armoniosa de la tierra todo es aquí más verdadero”. De ahí que los habitantes del Imperio Celeste y los “bárbaros de las cuatro regiones del mundo” posean “características que es imposible cambiar”.

Sabido es que también entre los griegos circulaba una teoría no menos egocéntrica de la ekumene (la “tierra habitada”). Los griegos se representaban el mundo habitado como un círculo en cuyo centro, “a medio camino entre el levante y el poniente”, se situaba Grecia. Delfos, enclavado en el centro de Grecia, era el ombligo del mundo.
También entre los persas era corriente la idea de que “nuestro” pueblo vive en el centro del mundo habitado y que, por consiguiente, los pueblos que le rodean le son fatalmente inferiores en algo. Según Herodoto, “los persas estiman sobre todo a sus vecinos; después vienen los pueblos que viven más lejos y así sucesivamente; su estimación es inversamente proporcional a la distancia, de modo que los pueblos por los que menos se interesan los persas son los que viven más lejos de ellos”.

2 comentarios:

Laura Benitez dijo...

Para el señor Mijail V. Kriukov, ¿y las castas? En India, por ejemplo...

Laura Benitez dijo...

Interesantísimo blog! De muy buen nivel!!!

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